200 es una obra compuesta por 200 cuadros con figuras antropomorfas, dispuestas como panel de retratos difusos que señalan 200 años de vida “independiente”, celebración que sería destacada el año 2010 en gran parte de los países de Latinoamérica. El cuadro 73 está remarcado identificando el año de la tragedia, la figura es tachada eliminando la serie de retratos e instalando en su lugar cuadros negros que representan solo un espacio vacío y oscuro. Esta obra fue instalada en el hall del Centro Cultural Estación Mapocho el año 2001 durante la reunión anual del Banco Interamericano del Desarrollo BID.
El año 2006 se confirmó que la mayor parte de los cuerpos encontrados el año 1991 en las fosas del patio 29 fueron mal identificados, las pericias llevadas a cabo por el Servicio Médico Legal, organismo a cargo de las identificaciones, no fueron certeras y los cuerpos entregados a sus supuestos familiares debieron ser devueltos. El reencuentro con el que se espera no fue efectivo y la “Razón de Estado” volvió a extender la agonía de los familiares.
Las referencias visuales comienzan a entrecruzar códigos, desde la formalidad pictórica de Vilches, al retrato fotográfico fotocopiado para un afiche o un panfleto. La imagen del detenido desaparecido comienza a replicarse. El acervo cultural impuesto por la dictadura por medio del espectáculo, sigue siendo subvertido por la imagen imperecedera de los detenidos desaparecidos.
El año 2003 me acerqué a la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Concepción. Les propuse la elaboración de una obra que diera cuenta de la búsqueda de sus familiares. Ellas me invitaron a participar de sus encuentros y conocer sus historias, esto me permitió conocer a las mujeres que han sostenido un verdadero espacio de dignidad en este país. Ellas me fueron compartiendo las imágenes que pudieron rescatar y conservar de sus hijos, esposos, hijas, hermanos y hermanas, tíos, abuelos, etc… las que registramos y recuperamos. Con estas fotografías elaboramos un registro de 150 personas desaparecidas que fueron estampadas en un mural de 100 metros cuadrados. El trabajo consistió en disponer de las imágenes, estamparlas en papel y pegarlas en uno de los muros del foro de la Universidad de Concepción, con el paso del tiempo las imágenes se fueron deteriorando a la vista de quienes transitaron frente a esta pared. En el transcurso de seis meses los rostros desaparecieron, dejando un espacio blanco pero con una carga simbólica latente, permaneciendo impresa en nuestra retina y en nuestra memoria.
Chile es una pieza en video que se remite a una marcha en un momento específico, posterior a la dictadura pero que no resuena ni es trascendental, ni en la historia ni en el transcurso de los acontecimientos. El blanco y negro es utilizado como un recurso estético, que no es más que la emulación de un registro sabido y visto con anterioridad, el griterío, el golpeteo de bombos y botellas de plástico intentan evocar un imaginario de un pasado ya codificado y manipulado por los medios. Una obra que intenta ser parte de una historia que no es correspondida y que valiéndose del simulacro pretende instalarse como registro novedoso, producido desde la pantalla que nos sorprende y nos absorbe, reproduciendo un acontecimiento de una realidad contemplada, convertida en espectáculo.
El pliegue remarcado sobre una estampa xilográfica de una bandera chilena, cruza de norte a sur la superficie del papel blanco que soporta al emblema, no se especifica si es parte de un libro desarmado, en donde la imagen de la página central se desprende del cuerpo total de la obra, o sencillamente es el doblez con el cual el trozo de papel puede ser archivado haciéndolo calzar en una carpeta más pequeña. Lo cierto es que algo pasa sobre la representación del estandarte, el pliegue barroco que fusiona la materia orgánica e infinita del papel, con la simplicidad compleja, llena de significancia trascendental del alma nacional.
Salamandra es un montaje que utiliza catorce linternas mágicas que proyectan diversas imágenes, aparentemente sin conexión entre sí, pero que generan una significancia clara a partir de la estetización de los modelos que son representados. Los catorce artilugios lumínicos son acompañados de una gran pieza impresa en off-set con el perfil de un niño con sus mejillas tatuadas con la figura de San Judas Tadeo, patrono de las causas perdidas y de los maleantes, y una pieza en video con retazos de imágenes de cine y registros de manifestaciones, desfiles, avenidas, rostros, flores, que van configurando un imaginario adoptado e impuesto a partir del montaje y la mediatización de la mirada.
El especial 11 DE SEPTIEMBRE, BLANCO LA MONEDA de Diario El Sur, resulta ser un elemento ejemplar en el uso del dispositivo de representación como herramienta que configura significancias impuestas, por medio de su distribución masiva durante el primer año de dictadura en Chile.
Mis referencias más cercanas eran precisamente los elementos con que las distintas reparticiones castrenses se identificaban, la conceptualización de los elementos que decoran estos emblemas y el resumen de recursos para lograr un mensaje directo e inconfundible. A los diez años comienzo a absorber todas estas imágenes y prontamente las incorporo como referencias tempranas en el proceso que me llevó a optar por el desarrollo del lenguaje a través de la producción de imágenes.
Lo testimonial me permite sostener la construcción de un relato que pone en evidencia un centro de detención clandestino, secuestro, tortura y exterminio a cargo de los organismos de seguridad de la dictadura de Pinochet y que había permanecido absolutamente invisible por más de cuarenta años. El recinto corona la cima del cerro El Morro de Talcahuano y al igual que otros fue el lugar donde centenares de personas, debieron soportar la violación absoluta de humanidad por parte de funcionarios estatales, quienes fueron provistos de la más completa exención de culpabilidad de sus actos, guarecidos entre las arboledas y los murallones del Fuerte El Morro.